Servicio

(Del libro ¡Buenísimo, Natacha!)
-Nati, ¿vamos a hacer mi cartita para Fede?
-Ay, yo sé hacer una letra de amor, así parejita, buenísima, Pati, ¿nunca la viste?
-Bueno, vos me dictás y yo la escribo.
-¡No, nena! “Vos” dictámela, ¿si no cómo voy a hacer mi letra de amor? Dale, traé una hoja.
-Sí, (busca), mirá, acá tengo esta.
-¡Pati! ¡Es cuadriculada!
-¡Ay! ¿¡y qué tiene!?
-¡Tiene que ser de rayas, nena!
-¡Si el cuadriculado es más fácil para los dibujos, Natacha!
-¡Pero es de amor, Pati! ¿Qué le ibas a poner?: “Querés ser mi novio, veintisiete dividido ocho?” Ja ja ja…
-¡Ay, bueno, y yo qué sabía! Esperá que busco otra. ¿Tiene que estar limpia de los dos lados, Nati?
-Y sí, o no… traé cualquiera, aunque sea limpia de un lado nomás, por si la lee y después la tira, si le gusta le decimos que esa era provisoria y le buscamos otra.

-Acá tengo una toda blanca.
-No, mejor con rayas, Pati, para que no se me tuerza la letra.
-(busca) ¿A ver?… mirá, acá tengo una pero está casi llena menos este rincón, yo se lo corto, total ¿le vamos a escribir mucho, Nati?
-Eso depende del cliente, no sé qué querés ponerle.
-Y, así, si tiene novia y si gusta de mí… yo sé dibujar un bambi que lo pinto de azul.
-Ay, qué lindo… (¡clunk!) ¡Pati! ¡Se me ocurrió una idea! ¡Y si ponemos un negocio de cartitas de amor? ¿Sabés cuántas chicas quieren hacer cartitas de amor?
-¡Uh! Genial, Nati, y vos les hacés tu letra de amor y yo les meto un bambi… tenemos que cobrarlas.
-Yo digo que a un peso cada una, porque es mucho trabajo, también.
-¡Ya sé! Si ellas las dictan es un peso, y si las inventamos nosotras, ¡cinco pesos!
-¡No, Pati, te pasaste! ¡Vos sos más carera, me parece!
-¡Nati! ¡Mirá si le enseñamos al Rafles a llevarla con la boca!
-¡¡¡BUENÍSIMO!!! Qué genia, Pati… ¡Rafles! ¡Veníííííí!
-Llamalo después porque es más pavo que va a hacer un lío. ¿Y a él le pagamos?
-Ni conoce el dinero, mejor le damos un hueso (Natacha)
-El hueso hay que cobrarlo aparte.
-Hagamos un cartel, le hacemos fotocopias y lo repartimos entre las chicas.

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© Luis Pescetti