La perra y la señorita


(Del libro El pulpo está crudo)
Llega un perro callejero trayendo a un señor de la correa. El perro se coloca en la fila y, al lado, su señor se sienta y espera. Poco después llega una señorita hermosa atada a una correa roja, que lleva agarrada entre los dientes una perra muy elegante. La perra se pone en la fila. El señor intenta llamar la atención de la señorita. Comienza a cantar una canción de amor, pero todos los perros del correo le ladran para que se calle. La señorita hace como que no lo ve, saca un libro y comienza a leer. El señor se acerca, le muestra unos boletos y la invita a la ópera. Ella sonríe sorprendida; pero entonces su perra le tira de la correa y le hace caer el libro. El señor se agacha para recogerlo, pero su perro también lo tira de la correa y ya no lo alcanza. La señorita empieza a llorar pues quiere su libro. Los otros perros de la fila le ladran a su perra para que haga callar y ésta, avergonzada por la situación, le muerde un tobillo a la señorita, para que se quede quieta. Entra un bulldog trayendo de la correa a un fisicoculturista. Cuando se forman en la fila, el fisicoculturista ve el libro en el suelo, se agacha y lo toma. Al ver que le quitan su libro, la señorita comienza a llorar más aún. El señor sale a defenderla, le da un empujón al fisicoculturista y le quita el libro. El fisicoculturista reacciona dándole un golpe en la nariz, la señorita comienza a gritar para que alguien defienda a su salvador. La situación es tan caótica que interviene el jefe de la oficina de correo, un pastor alemán acompañado por un burócrata. Todo el mundo está ladrando, quejándose por la pelea del fisicoculturista con el señor. El bulldog y el perro callejero no lo consiguen separar. El pastor alemán le ladra al bulldog ordenándole que contenga a su fisicoculturista. Por fin los separan y, aunque el señor está bastante golpeado, es el que tiene el libro. El pastor alemán segresa a su oficina llevándose su burócrata. El señor le entrega el libro a la señorita y le dice: “¿Quizá quiera ir a tomar un café conmigo?” La perra elegante, que ya llegó a la ventanilla, advierte que el señor le está hablando a su señorita y tira de la correa. De todas maneras ella, que está que se derrite por su héroe, contesta: “Va a ser un placer, a mí me sacan a pasear todas las tardes en la plaza de acá a la vuelta”. La perra elegante ya terminó de despachar y se lleva a la señorita. “Perfecto, ahí estaré”, le dice él, feliz.

© Luis Pescetti

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