¿Basta?

(del libro Natacha)
– Mirá, Pati ¿por qué no hacemos la torta que hoy nos enseñaron en la escuela?
– ¿Tu mamá te deja?
– ¡Claro, nena! Así cuando vuelve del dentista le damos algo para comer, yo primero enciendo el horno.
– No, mejor no.
– Bueno no, no la hagamos en el horno, enciendo acá arriba.
– ¡Nati, el fuego es peligroso!
– ¿¡Y qué querés que la cocinemos en la heladera, nena?! ¡Algo hay que prender!
– Pero cuando ya esté todo listo ¿no?
– Bueno, vos eras mi hija y yo te enseñaba ¿dale?
– Sí.
– Sí ¿qué?
– Sí ¿qué? ¿qué?
– Sí, mamá ¡Pati, yo era tu mamá! Bueno… mirá hija, primero hay que agarrar una fuente así.
– Sí, mamá.
– … como ésta, no, mejor más grande… ¡ésta!
– Ahí hay una más grande.
– Bueno, ésa, y agarramos el paquete de harina y lo abrimos así y lo metemos en la fuente ¿ves hija?
– Sí, mamá.
– … para hacerlo bien habría que poner todo el paquete… o mejor dos, pero nosotros vamos a meter éste nomás.
– Sí, mamá.
– Hija, ponéle agua, por favor.
– Sí, mamá (pone agua con una taza).
– Y entonces hace falta… ¡manteca! que está en la heladera.
– Tomá, mamá (la trae).
– Gracias, hija… y ahora hay que aplastar el paquete bien, para que se mez¡sclúchpt!
– ¡¡¡NATACHA, TARADA ME SALPICASTE TODA!!!
– ¡Y BUENO, CORRÉTE, NENA! ¡No fue queriendo! Sigamos jugando, ponéte este delantal hija.
– Sí, mamá.
– (aplasta con dificultad) ¡Uy, Pati! Esta manteca está más dura…
– Esperá… ya sé, mirá, acá están los fósforos.
– ¡Buenísimo!
– Dame, así encendemos las dos y se va ablandando más rápido.
– Tomá … ¡uy! el agua lo apaga.
– No lo acerques tanto (enciende tres juntos).
– Si no lo acerco no se derrite, tiremos el agua un rato, después le ponemos más.
– ¿Y si mejor le ponemos del agua caliente?
– … hagamos todo.
– … (hija tira agua y harina en la pileta y llena la fuente de agua caliente).
– … (madre sigue ablandando la manteca con fósforos).
– …
– … ¡se está empezando a ablandar!
– ¡Tirálo acá adentropAráNoMESALPIQUESCUIDADONATACHA! Casi me mojás de nuevo.
– Mirá, medio se está ablandando… ¡Agh! ¡qué asco! Tirále más harina encima.
– ¿Para?
– Así no se ve.
– ¿Ya?
– No, más.
– ¿Basta?
– ¡Más, nena! ¿no ves que todavía medio sale ahí? Bueno, sigamos jugando… Mirá hija, ahora hay que revolver bien.
– Sí, mamá.
– ¡Uf! ¡está pesadísimo! ayudáme, Pati.
– ¿Con esta cuchara? (ayuda).
– Creo que ya está… y ahora, hija, se le pone cacao encima para que parezca de chocolate ¿ves?
– Sí, mamá… ponéle mucho, Nati.
– Sí… hay que ponerle todo el paquete creo.
– ¿Y ahora?
– Ya está… se ve bien así tapada ¿no?
– Sí, parece de verdad.
– Es de verdad.
– Pero no está cocinada, Nati.
– Y bueno porque vos no querés que prendamos el horno, pero igual así se cocina, porque el horno es para que se haga más rápido nomás.
– Aaah…
– ¿Entendés hija?
– Sí, mamá … che, Nati ¿la torta es de jugando?
– No, jugamos de mentira, pero la torta es de verdad ¿por?
– Así le damos a tu mamá cuando venga del dentista ¿no?
– ¡¿Vamos a prepararle un café con leche también?!
– ¡Dale! ¡Yo sé hacer uno que me trajeron en un bar una vez que fuimos a Montevideo! ¿querés que le preparemos ese?
– ¡Sí, sí, sí!

© Luis Pescetti

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