El zumbido de ese enjambre

Patio con aljibe
Patio con aljibe

El tío pasaba a media mañana,
vos dejabas lo que hacías, y preparabas un mate.
Repasaban los mismos temas, con pequeñas novedades,
algunas veces, iba y volvía el mate en silencio.
El otro tío, pasaba después del almuerzo,
charlaba hasta que se quedaba dormido
con los brazos cruzados.
Una vez le pusiste el reloj despertador
debajo de la silla.
La señora Depetris se anunciaba llamándote:
¡Elsa!, cuando entraba por el patio con su balde
a buscar agua del aljibe,
o te pedía un poco de orégano de la quinta.
Siempre se demoraban conversando,
delantales puestos, mano en la cintura,
que el hijo de una, que el marido de la otra,
que una conocida.
Marga, cruzaba la casa en diagonal,
desde la puerta del patio hasta la puerta del frente,
para salir al almacén.
Elsa, ¿estás?, y largaban unos mates.
Chiquita pasaba a media mañana, más mates y charla;
pero con ella, mientras preparabas la comida.
Elba también pasaba, sin faltar un día.
La señora Tessio venía después de la siesta,
te ayudaba a coser medias mientras charlaban.
Vos, ibas de la señora Ferreyra, de los Galán, de la Negrita, y
todas las tardes, de los nonos.
Los días arrancaban muy temprano.
La ciudad sólo tiene más ruido de fondo;
siempre extrañé el zumbido de ese enjambre,
no estoy acostumbrado a hacer la vida con menos gente.

© Luis Pescetti

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