La felicidad no es suficiente

La felicidad no es suficiente,
nunca es suficiente la felicidad.
Para quien crea que espero demasiado,
piense en esa manta que deja los pies afuera,
la cabeza, los padres sin cubrir,
un amor o a los hijos.
Es ingrato, incluso, decirlo de esta manera
pero hay que elegir.
Miren, nunca es suficiente la felicidad,
yo lo fui, distraído, en días que no sabía.
Eso quiero decir: respiramos sin pensar
que nos mantiene vivos,
la felicidad tiene esa cualidad del aire.
Hace que la distancia sea una lente de aumento;
algo no se ve, se vuelve inalcanzable
y nos deslumbra.
Sin embargo, ¿quiere decir que era eso mismo
cuando lo teníamos?
¿Significaba eso que ahora añoramos?,
o es solamente un truco de la distancia.
La distancia que da la observación,
eso crea cualidades del aire,
como cuando vemos la Luna enorme, roja.
El presente está lleno de trucos de los sentidos,
y aunque sabemos que la Tierra es la que gira,
seguimos diciendo que se esconde el sol.
Pensemos en nuestra felicidad
como si dejara de respirar y,
en la bocanada que regresa, sonriamos.
La veremos tejida con hebras delicadas:
se llama: pan, carta, silencio de la casa,
luz del mediodía, abrazo de los chicos,
incluso: trámite, lavar el piso,
bajar el capot del auto.
Ocuparemos todas las letras del diccionario,
verán que las que menos usamos son las de: felicidad,
casi nunca la adornamos con esas letras.
Quizás digamos: alcánzame el azúcar,
hay que comprar otro cuaderno;
pero estaremos diciendo: soy feliz,
sin darnos cuenta.
Yo me fui de un país, y luego de otro, de una mujer;
hay quienes dejan una familia, una casa,
las montañas,
para luego, desde la otra orilla, darse cuenta
de que eran felices,
sólo que, quién lo diría, no era suficiente.

© Luis Pescetti

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