El tiempo es mucho más alto, te ofrece un caramelo
extiende suave su mano y
te aleja de la casa,
en lo que parece solamente otro paseo.
Mirás hacia adelante: ofrece un premio,
vas hacia él,
nadie nos empuja, queremos hacerlo.
Volteás hacia atrás:
los padres, el hermano, quedaron lejos, pasó
irremediablemente, el tiempo.
Así y todo, no hay adulto
que no les enseñe a sus pequeños:
no aceptes caramelos de extraños;
pero todos lo hacemos.
© Luis Pescetti
Desde miss setenta y siete años puedo asegurar que yo también he aceptado caramelos de extraños varias veces en mi vida. Estas experiencias me han aportado, además de dolor, valiosas herramientas para comprender mejor a mí misma y a mi entorno.