Crónicas mendocinas 4

Es la única bodega que está abierta los domingos, no dan de comer, pero tienen una panadería enfrente que parece que es la delicia y los siete enanitos, sobre todo si uno pide un sándwiche de lomo que, al ser domingo, no, porque el criollazo del dueño, panzón y con remera (playera), nos miraba bonachón y disculpen, pero como uno no sabe si va a venir gente no preparamos nada. Así le explicó a Philippe, que se había cruzado a preguntarle si nos podía preparar algo y regresaba opinando, muy europeamente: “Ahoga, yo no entiendó, si nunca pguepaga nadá, nunca va a venig gente, si él sabe”. Y yo pensaba: “Dale, Philippe, si vos sos el que abre la bodega, ¿qué me le hacés trabajar al pobre cristiano?”. Terminamos comiendo en su bodega, unas empanadas salaaaaaaaaaaaaaaaadas y sabrosas (pero saladas), y tres variantes de queso de cabra, con un pan casero, que si lo ponían para hostia ni había que bendecirlo, de lo bueno que estaba.

Y otra vez, y ya regreso: ¿cómo hicieron para aunar trabajo con sabor?  ¿No que era “ganarás el pan con el sudor de tu frente”? Y no con el placer de tu estómago. Aunque que sudan sudan, eso ni qué, porque Philippe se levanta cada dos de la mañana para encender unos motores que aseguran que en unas tinajas de concreto, enormes, se mezcle el jugo de la uva con la piel y el resto (porque no me acuerdo el nombre de la semilla, que sí me acuerdo el nombre, y del palito de la uva).

Tocó que la guía fuera Noelia, porque cuando nació sus papás oyeron a Nino Bravo (que era de Valencia, sin ir más lejos, con acequias y tribunales de aguas, como ya fue dicho… porque todo está conectado, dijo el electricista).

Acababa de llegar otra pareja en bicicleta, mexicanos, pero las bicicletas las habían tomado acá en Maipú nomás. Y venían de Luna de Miel, que si cuento esto mismo en México, luego luego me dicen que iban a acortar el martirimonio con un camionazo en la carretera, pero no: se querían mucho y eran buenas gentes y preguntones como nosotros.

Porque en cuanto Noelia nos empezó a contar, yo ya tenía como quince preguntas para hacerle, todas que se iban a responder solitas namás seguir oyendo, pero quién se aguanta así. Y Noelia que es guía, pero mujer, arrancó contándonos de la vida de Philippe y Brigitte ” ¿Y esto qué tiene que ver con el proceso de la uva?”, me preguntaba yo, pero seguí oyendo, porque tenía que ver con el proceso de Brigitte y Philippe, eso sí. Ahí fue que nos enteramos que pasó de la electricidad a las uvas, al fin que todos son electrones.

Luego entramos al galponazo, la bodega en sí, y había tres telescopios. Una cinta donde trabajan ocho personas seleccionando los razimos que se tiran, y a los que ellos les quitan las hojas, suciedades, uvas que no son buenas, y luego caen los racimos en una máquina que se llama “lagarde”… “Aaaaahhh…” hace uno, porque es una marca de vinos conocida y se nombra en canciones.

Luis

© Luis Pescetti

Comentarios

3 comentarios en “Crónicas mendocinas 4

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *