Día de oficio y taller (terminé un libro nuevo)

Mi padre era mecánico y hoy fue un día de esos. Un nuevo libro terminado.

Un libro de 107 poemas y textos independientes no se leerá en el orden que lo presentemos,
sin embargo ni el peor de los circos presenta primero a todos los payasos, después los elefantes,
luego los trapecistas, todos juntos.
En cualquier espectáculo hay una dinámica.
Hasta un partido: uno mide las fuerzas, comienza arriba, o abajo y luego levanta.
Hasta las visitas a la tía tienen su desarrollo, ¡no lo va a tener un libro!

García Márquez me dijo una vez que un novelista que no abarca, no controla
la totalidad del texto, está perdido.

¿Cómo organizo un libro con 107 textos diferentes?

– repaso los textos y veo que se podrían agrupar (los que juegan con el lenguaje, los de humor, los más íntimos, los que juegan con la lógica, los que tienen que ver con la tecnología o el futuro a partir de ella, etc.).

– de modo que sé que debo evitar “las zonas” temáticas (que no salgan todos los elefantes juntos y luego nunca más)

– le doy un primer orden en pantalla

– imprimo el libro

– recorto de modo que cada texto quede separado en una o varias páginas, pero independiente de los otros.

– los extiendo en el piso de manera de abarcarlos, en lo posible, de un solo golpe de vista

– me quito el calzado y con unos plumones de colores marco qué clase de texto es cada uno (humor, íntimo, etc.) un solo trazo, un redondel una letra, son señas que “saltan” de inmediato, no me tengo que acordar de qué va el poema, con sólo ver el dibujo

– hasta que casi todos los textos terminan con una “L” (lógica o lenguaje), o un círculo celeste (los íntimos), etc.

– porque, al igual que en un show, si hago demasiados textos seguidos que juegan con el lenguaje o la lógica perderán efecto sobre el lector y le exigirán un tipo de atención que cansa al rato.

– lo mismo con los más íntimos o emotivos: a ellos debo conducir y de ellos debo salir con cuidado, no puede haber saltos bruscos, ni tampoco haber demasiado seguidos, porque esa intensidad pierde efecto, o agobia

– ¿cuándo es “demasiado”? no lo sé, sólo me parece, lo siento, uno intuye el cambio.

– miro el conjunto y veo que hay una zona con tres textos del mismo tipo

– eso sólo puede quedar si es intencional, si no: ahí se me escapó algo, hay que revisar.

– efectivamente, los distribuyo

– cada cambio que hago en los papeles, inmediatamente lo hago en la computadora, si modifico tres posiciones, primero hago dos pasos, cargo en la compu, y luego el tercero, cargo.

– luego me paseo observando el conjunto, atento a cómo lo recorre el ojo

– todo esto lo hice con música de fondo. Cuando trabajaba en la computadora, más tranquila (Brad Mehldau) , cuando pasé al suelo: Bruce Springsteen (tiene tanta energía que, al ponerlo a cierto volumen, sólo queda lo que veo y siento, más acción que pensamiento).

– si bien evito que haya zonas dónde se amontona una “misma onda”, no puedo pasar de una a otra constantemente porque eso produce la sensación de algo atrabancado, que arranca y para y acelera y frena. Para eso hay textos que sirven de nexo, un poco más neutros, o menos definidos.

– en algunos casos se instala una zona, y algo me hace sentir que debo permanecer en ella: más textos en esa frecuencia (si es un show, más canciones en la misma).

– luego algo nos pide salir, avanzar.

– ¿cuándo termino? en algún momento me canso, no encuentro tantas diferencias si hago un cambio u otro.
Ya está.

– le pido a Lucía que me ayude y juntamos las hojas, una por una y de atrás para adelante (uno observa más alerta en el orden inverso que en el de la narración, cualquiera sea), y ella me dice títulos y yo cotejo con el archivo.

– a pesar de toda la atención dedicada, encontramos tres errores.

– armo un paquete de textos, lo ato, imprimo el archivo y así irá a que lo lea Diego, un escritor amigo, y otras personas.

– el libro tiene una primera versión como para ir a otras miradas y, en mí, ese tiempo sirve para reposar, suelo decir “que descanse un poco el libro”, la sensación es parecida a la de cuando el pan tiene que levar.

– esto llevó varias horas.

© Luis Pescetti

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