Boiletí­n entre 26 y 29…

Salpicadero, planes y pantalones

Gentes: no le hagan tanto caso al número de boletín, porque varias veces la pifiamos y mandamos un número que salteaba otros, o atrasaba como un reloj que hay en casa. Después les anda faltando un ejemplar por culpa de nuestra inexactitud y ustedes que son muy fijados, la verdad. Tómenlo como algo orientativo.

En febrero, serán shows en España. En Valencia, Arganda del Rey, Fuenlabrada, Campello, Riba-Roja, Colmenarejo y Extremadura.

Todo será publicado en la agenda del blog. Pero esto para que vayan sabiendo y entrenando las canciones.

En Abril será nuevamente México (DF y un par de ciudades en el interior), y allá por Junio, Julio, otra vez en Buenos Aires, ND Ateneo, con show nuevo.

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Terminó el concurso que organizó la revista Genios (Arg). Me invitaron a que proponga el comienzo de un texto, que los niños debían terminar. Acepté con tres condiciones: una: ofrecía un texto en el que estaba trabajando, y en el que seguiría trabajando; dos: que no hubiera una sola categoría (se separaron dos grupos de edades); tres: que hubiera, por lo menos, tres ganadores por categoría, porque en el arte no hay una sola buena solución a un planteo.
Antes de enviar el texto, por supuesto, registré todo lo escrito y sus posibles continuaciones, de modo que hubiera transparencia, dado que continuaría mi texto.

Tuve un momento de cierto susto porque escogí un comienzo que planteaba una historia compleja. Lo enviamos. Esperamos.
La sorpresa fue que participaron más de 2.500 niños, de 9 a 13 años.
Un cuento siempre plantea, de alguna manera, un acertijo. Las respuestas que ellos ofrecieron fueron sorprendentes, agudas, maduras. Fue un verdadero privilegio este trabajo y, como siempre que uno pone algo a prueba, una hermosa lección.
Una vez que salga publicado el resultado del concurso compartiré el comienzo en el blog.

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Como loco me pregunté qué le habría pasado a unos pantalones muy queridos cuando les encontré una gran macha, medio clarita, en una de las piernas. Parecía lavandina (cloro), pero no era lavandina, pero estaba desteñido, pero no era lavandina… hasta que vino a mi mente lo que en su momento había venido a los pantalones: ¡un niño me había derramado el tan mentado produpto cocacola (que destiñe por dentro, por lo visto)!
Observado el pantalón por expertos, concluímos que no había patrás. Ni cómo sacarle la mancha imperialista.
"Si no hay patrás, que haya palante", díjeme yo, y compré un litro del citado produpto. Lo pusimos en un balde (bote) y hundimos el pantalón hasta las últimas consecuencias. Un consejo: hay que dejarlo menos de lo que intentamos nosotros, porque quién sabe de qué esté hecha la fórmula secreta, pero que es rápida es rápida. Por poco nos transparenta los brazos. ¡Hay que sacarlo! Lo sacamos y enjuagamos enseguida (uso plural para esconder que lo mío era más tipo "autor intelectual"). La cosa es que ya con esos milisegundos de nada ¡el citado produpto había actuado! El pantalón estaba como desesperado, el pobre, "¡Sáquenme esto! ¡Sáquenme esto!". Y lo enjuagamos tipo terapia intensiva. El resultado fue un manchado desparejo, no sé cómo decirles. Quedó entre más clarito, un poco violáceo, pero apenas, un tin, una nada, y como si fuera por debajo del color, más manchas de las primeras. ¡Una lástima que no saliera el experimento textil! ¡Ya me veía patentando el igualador de colores con fórmula secreta!

Al pantalón lo mandamos a teñir. Al produpto lo tiramos, por usado… pero más: por incumplidor y desparejo. Porque de cualquier cosa se espera que sus efectos sean parecidos, y no "aquí así y acá asá".

Luis el hilandero

© Luis Pescetti