Yo te voy a cuidar (del libro "Nuestro planeta, Natacha")

Los papás de Natacha salieron, dejándola al cuidado de Abu Marta que está, feliz,
relajada, con una taza de té al lado y hojeando una revista.

– ¿Querés que te cuente algo así no te sentís solita, Abu?
– No me siento sola, Nati (Abu hojeando).
– ¿Y más té? Yo te traigo así no caminás (Natacha solícita).
– Tengo, tesoro, mirá, la taza casi llena (Abu mira la taza, regresa a la revista).
– Eeeehhh… eh eh eh… eeeeeee… ¿Qué puede ser? ¡Un masaje! ¿Te hago un masajito en los hombros? Así se te va la contractura, Abu.
– ¿Sabés quién “contractura”? (Abu la mira con cara pícara).
– ¿Por qué no te dejás ayudar a tu edad, Abu?
– ¿Qué se te metió en la cabeza, Natacha?
– La maestra de gimnasia, que el otro día faltó ooooooootra vez, y después nos dijo que era porque tiene que atender a su abuelita, y que todos tenemos que hacer lo mismo con nuestros mayores; y vos sos “mis mayores”, ¡pero si ni te dejás atender!
– Decile a tu profesora que “nos deje tranquilos a los mayores” (Abu irónica, regresa la mirada a su revista).
– “Acuérdense que todos vamos a ser viejos y nos tendrán que atender” nos dice….
– ¡¿Qué le pasa a esa mujer?! (Abu golpea la revista en la mesa, indignada).
– … con una vooooz… toda que quiere dar lástima; pero es porque faltó, Abu.
– ¡Si hay algo que nos revienta es que nos traten como viejos! (Abu enojada).
– Ella no dice tratar como viejos, dice “atender” (Natacha).
– Que “atienda” su trabajo y no falte tanto, decile (Abu, enojada).
– Yo le digo, pero el jueves, porque mañana no tenemos.
– No le digas, Natacha.
– Si me dijiste…
– Pero no para que le digas de verdad, sino porque me molesta esa mentalidad, ¡la vida sigue!
– ¿Dónde, sigue?
– ¡Que no es que sos abuela y se acaba la vida! (Abu regresa la mirada a la revista).
– Ay, Abu, te re enganchaste; no te pongas así a tu edad.
– ¡Y dale, vos!
– ¿Qué dije si lo único que trato es atenderte? ¡Mala!
– Pero si vos me atendés a mí, yo no puedo atender la bendita revista, Nati, ¡¿qué les metió en la cabeza?!
– Que cada uno teníamos que atender a nuestros mayores y compartirlo con nuestros amigos.
– ¿¡Por qué no le decís que se meta en su casa y no en las de otros?!
– ¡No! Porque después me vas a decir que no le diga.
– ¡Más bien que no le digas, Nati!
– Entonces no me digas que le vaya a decir, Abu; y dejame que te atienda un poquito…
– … (Abu Marta ojos en blanco mira al techo).
– … sino todos van a contar una obra de bien menos yo.
– No tienen por qué mandarles a hac… (mejor me callo)… Atendeme con algo, Nati; pero me llegás a decir “abuelita”, o “a tu edad”… ¡y te corro con la revista, te juro!
– ¡Ay, cómo te ponés de exagerada, Abu! Y eso que es porque te ayudo, te llego a pedir un favor y no sé. Bueno, ¿qué te gustaría?
– Leer tranquila (Abu Marta aguanta sonrisa).
– Ahí no puedo ayudarte, elegí otra cosa.
– ¿Me enfriás este té y vas a la cocina y calentás otro y me lo traés? (Abu sonrisa).
– ¡Buenísimo! ¡Vos ni te muevas!

© Luis Pescetti

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