Desde la atalaya de tus ojos

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Si yo fuera el otro, sería mejor

Ocurre algo muy curioso cuando una persona se queja de que otro no la entiende (no hace “lo que debería”), la invitamos a que se ponga en el lugar del otro, y alega:

– Yo si fuera él, haría lo que corresponde.

Nos contesta sin dejar de defender su posición.

¿En qué se basa esa falla al ponerse en el lugar del otro?
En algo tan sencillo como difícil: cuando realmente nos ponemos en el lugar del otro… abandonamos nuestras conveniencias, soltamos la mano a lo que queríamos lograr, adiós a nuestro punto de vista, a nuestros objetivos, a nuestros deseos o proyectos, ¿por qué? Porque precisamente ponernos en el lugar del otro no es tomar por asalto su personalidad para salir con la nuestra, tipo caballo de Troya. Eso pasa en las películas de terror: su cuerpo fue ocupado por otro espíritu, en este caso: nosotros que le hacemos actuar “como corresponde” (traer el jugo, firmar ese documento, pedir disculpas) y luego nos regresamos a nuestro cuerpo, tan tranquilos, a disfrutar los beneficios de lo que hicimos “mientras ocupábamos el lugar del otro”.
No, compañeros, lo sentimos, pero no es así. Saquen su pañuelo y despídanse de sus gustos,
despídanse de lo que querían conseguir,
digan adiós a lo que les convenía…
y, cual fantasma transparente, se instalan en el lugar del otro y observan desde ahí.

Es decir: desde sus ganas, sus deseos, sus necesidades, lo que le conviene a él.
Si el otro se sintió agraviado, se trata de imaginar lo que ustedes harían si hubieran sentido un agravio similar.
Si se sintió abandonado: lo que ustedes sentirían si fueran abandonados por alguien que necesitan.
Si lo desplazaron de su tierra, de lo que fuera que él sintiera su lugar en el mundo: entonces lo que ustedes sentirían si los desplazaran de su lugar en el mundo,

¿Acaso dirían?:
– Es lógico, se hace justicia y el otro recupera lo suyo (dicho mirando el horizonte, mientras se aleja la cámara).

¿Acaso sentirían?:
– No debo sentirme agraviado, ¡sus intenciones son tan elevadas!

¿Acaso pensarían?:
– No debo sentirme abandonado, es comprensible que quiera seguir su camino y encuentre mejores horizontes en otros brazos, ¡yo haría lo mismo si quisiera abandonarme… no, perdón, si quisiera ir a otros brazos, no… quise decir: si fuera él, ella, su prima… no… bueno, ya me entienden.

No, compañeros, seamos sinceros, y con la mano en el corazón (el nuestro) admitamos que estaríamos más cerca del otro, aunque ahora no nos convenga, o eso debilite nuestra posición.

 

a. Ejercicio: una lista muy querida de cosas muy queridas

Enumeren qué deberían abandonar, si realmente tuvieran que ocupar el lugar del otro, ser el otro:

Ejemplo: no puede seguir siendo novio de la misma novia, esposa del mismo esposo, padre de los mismos hijos, dueño de la misma casa o moto, auto. No podrían tener el dinero que tienen, o la juventud, o la salud.
Porque se trata de nombrar cosas queridas, valiosas, atesoradas, que son las que nuestro fantasma no puede llevarse consigo, él ¡puro espíritu, caray, compañeros! Cuando se aleja para reflexionar desde el lugar del otro.
¿Qué cosas no podría llevarse tu transparente fantasma si partiera a ocupar el lugar del otro?
– tu cuerpo, pasaría a ser otro
– tus amigos, pasarían a ser otros
¿Qué más? ¿Qué más que te importe tanto y debas saludarlo con el pañuelo?
¿Tu habilidad para un deporte?
¿Tu escondite secreto?
¿La empresa que fundaste?
¿Un descubrimiento?, ¿Una hazaña?

Todo lo suelta, todo lo deja, la luminosa sombra de tu fantasma, para imaginarse cómo sería estar en el lugar del otro.

b. Ejercicio: Adiós, mi mundo adiós
Escriban un breve texto que cuente esa despedida, el momento en el que sueltan lo más querido. No pueden llevarse nada consigo. Se despiden de lo más querido para su corazón.

 

c. Ejercicio: desde la atalaya de tus ojos

Ahora ya estamos en el lugar del otro. Nos metimos en el traje de su cuerpo, su persona. Nuestra casa es otra, nuestra familia, los amigos, estamos en su lugar.
Ya instalados, lo más importante: acabas de vivir la experiencia que el otro vivió. O estás a punto de vivir la experiencia que el otro afrontará. Describe la escena, el momento, dos líneas, las que quieras, las suficientes para conectar con ese momento. ¿Qué estás pensando? ¿Qué sientes? ¿Qué vas a hacer? ¿Sabés qué vas a hacer? ¿Cuáles son tus nuevos miedos o preocupaciones? ¿Cuáles son tus nuevas fortalezas?

d. Ejercicio: otra lista muy querida de cosas muy queridas
Hagan una lista con sus nuevos amores, ¿cuáles son las nuevas cosas queridas?
Ahora que ya quitaron todo de sus maletas y se instalaron en el otro, ¿qué deberá abandonar nuestro ligero fantasma cuando regrese a nosotros? ¿De qué deberá despedirse y le costará? Intenten realmente imaginarse qué es lo más querido para ese nuevo corazón.

 

e. Ejercicio: Adiós, nuevo mundo, adiós

Finalmente escriban un texto breve, en el que se despiden, ahora de estos nuevos amores y gustos que aprendieron, de las nuevas cosas queridas que pudieron adoptar… para regresar a ser quienes son, quienes somos, con gusto e inevitablemente: nuestro mundo de siempre. Por suerte o sin más remedio: nuestra vida de antes de este viaje. Narren el momento de la despedida de esas nuevas cosas queridas, para dejarlas y volver a su vida de siempre. Regresan a ser quienes eran pero, como cuando viajamos, luego de estar un tiempo afuera, bañados y sumergidos en “lo otro”.

 

© Luis Pescetti

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