Escaleras

Hay días que parecen un chiste de los malos
y uno tiene que quedarse sentado como un espectador de los buenos.
Para esos días, nosotros fabricamos unas escaleras
que salen de la parte de arriba de la cabeza
hasta la parte de afuera del techo
y se pierden en medio de las nubes
que son húmedas, frías y esponjosas.
Aunque no se puedan atrapar, uno sacude las manos
y mueven sus lomos de aire transpirado.
En ese momento la tentación de bailar
como si fuera un escenario con humo de iluminación,
flotando sobre las tablas y luces de contra,
luces en los laterales, dándole colores a la niebla…
la tentación es muy grande.
A propósito pusimos en la parte de arriba de las escaleras un cartel
que advierte el peligro de bajarse sin apoyar bien el pie,
tanto como el placer enorme de hacerlo.

Todo depende del presupuesto,
si el cliente tiene más como se diría, más…
posibilidades,
un ojo de más, cuatro brazos y
cosas que asusten no, así no.
Pero si el cliente solo es más rico, mucho más rico
tenemos el mismo modelo.
Para el caso que el cliente provenga de una situación desfavorecida
como es perder un gran amor,
despedirse de alguien que fue parte de su vida,
como por ejemplo: toda la humanidad,
o el Sol, o el monte Everest, o una hermana,
un padre,
y es más pobre, devastadoramente pobre,
ahí no podemos darnos el lujo de dar lo mismo por lo mismo.
Es por razones evidentemente distintas que le damos
la misma escalera.
Luego, sí, tenemos un modelo que sale del corazón;
pero ésa también es para los mismos días.
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© Luis Pescetti

© Luis Pescetti

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