Contra viento y maestra ( 2 )

Capítulo dos, del capítulo uno, que era el otro

Tons, que empecé por la de Harry Potter, porque pensé que o lo habían leído o iban a estar de acuerdo, aunque no lo hubieran leído, el estribillo es pegadizo, y fue así. Cantaron y aplaudieron. Luego me seguí con la del campamento y así, y los muchachos se reían, y yo ya me sentía en confianza y en las cumbres del éxito, miren.

Tons, que la intuición me dice que les contara un chiste. Y que les cuento el del niño que va a hacer su pipí de mitad de noche, y que cuando cuento que la muchacha se autoabrazaba sola, los muchachos se reían mucho, y cuando cuento que se abrazaba con un muchacho, literalmente una de las muchachas pegó un grito, pero así, de que se le escapó.

– Uy, ésa se emocionó.

Le dije al resto, y se rió ella y se rieron todos, y yo me sentía Súperman, Batman, el Corsario Negro, por lo menos. Y en eso que me sentía un compilado de súperheroes que aparece una maestra en medio de unos chistes y con esa impunidad pedagógica de “ya llegó el autobús” o “Juanito, vente que te busca tu mamá”, o quién sabe qué, mientras seguía con el relato veía con el rabo del ojo a la máistra que cual cóndor de los andes me llevaba mis corderitos de a uno en uno. Sin permiso ni por favor, que tanto le enseñan a los chavos ¡y luego ni lo usan!

Tons que acabé ese chiste y dije algo simpático hacia la maestra que si tenía que sacar más niños lo hiciera ahora o callara para siempre, ¡y que me los lleva todos, la malvada! Fue como un photoshop al 50 % porque en un pase de dedos me dejó la sala a la mitad, yo supongo que porque si se quedaban los niños se quedaba ella y su marido la esperaba para la cena o quién sabe… porque luego uno hace suposiciones y se arrepiente. A lo mejor a ella le pasaba otra cosa o sólo cumplía órdenes superiores, que son las piores, y otras no hay, además. Tons voy a retirar todo lo dicho sobre ella… pero todo lo sentido no, a eso sí que no lo retiro, porque casi que me vació la sala.

Pero el público que quedó empezó a aplaudir como quien dice: órale, que nosotros aquí seguimos. Y me desperté y seguí el show, que estuvo de lo más bueno. Porque estas gentes bailaron y jugaron y cada tanto se dejaba caer algún alumno que se regresaba. Y estos señores se paraban y bailaban y sus esposas, y jugaban con sus niños. Seríamos unos 250 en la sala.

Y yo pensaba en los diez mil u once mil del sábado y en cómo anoche esa sala era tan fuerte y llena, también. Y terminamos el show que fue muy conmovedor, porque la verdad que la mitad me conocía y la otra mitad no. Y, como dijo Enrique: “Luis, yo sé que estos shows te cuestan el triple de esfuerzo… pero valen el triple la pena”. Y tal cual pensaba yo.

Porque obligan a empezar de nuevo, y por lo que son en sí mismos, y sin más explicaciones. Lo que quiero decir es que uno aprende que cada oportunidad tiene su sentido, y que eso es lo que vale.

Al fin que estábamos contentos y emocionados, habíamos llegado a buen puerto, ¡contra viento y maestra!

Luego se hizo una fila en el escenario y nos saludamos y sacamos fotos. Un placer.

Luis

© Luis Pescetti