Copyright

Luis Pescetti & Jorge Maronna.

Esta novela fue escrita en una época lejana en la que veíamos películas en videocasetes, escuchábamos música en walkman, mandábamos mensajes por fax, las cámaras de fotos llevaban rollos, todavía volaba el Concorde y Luis vivía en México. A pesar de la distancia con la Argentina y por ganas de jugar juntos, se nos ocurrió escribir a cuatro manos. Teníamos un comienzo que combinaba los primeros párrafos de El Quijote, Cien años de soledad y La metamorfosis, y se lo atribuimos a un personaje que plagiaba torpemente para seducir a una mujer cuya debilidad eran los escritores. Creo recordar que empezamos en Buenos Aires, con un esquema de los personajes y un posible recorrido, y luego continuamos vía e-mail, con algún encuentro en México y más tarde en España, entre 1997 y 2000. Escribíamos por turnos, y cada uno podía decidir hacia dónde continuaba la narración, pero sabíamos que queríamos llegar a que este escritor triunfara a pesar de lo evidente de su plagio. Jorge.

Iba a escribir lo mismo. Mejor cuento que un día nos encontramos a comer y Jorge llegó con el párrafo inicial. Yo esperaba la comida, obviamente; pero era lo que había. El resto lo escribimos estrictamente a cuatro manos, desde su guion o escaleta, y lo hicimos siempre personalmente cuando coincidimos en esos países. (Agrego que en México fue después de un huracán del que Jorge sacó unas fotos antes de escaparse a tiempo y salir en los diarios). Avanzábamos de a quinientas palabras cada uno, y nos divertíamos, además, dejando pases incómodos que obligaban al otro a retomar en algo que daba pudor o lo que fuera.
En la Argentina, Copyright fue presentada por Gabriela Acher, Pinti y el querídisimo Fontanarrosa. En Madrid, por José Luis Coll, que llegó cuando el acto había comenzado, pero explicó: “Les pido disculpas, hubiera querido llegar más tarde, pero me fue completamente imposible”, y por José Luis Cuerda, que sostenía haberla escrito realmente él. La realidad nos sorprende, cada tanto, con noticias de lo que nosotros creíamos haber inventado como un absurdo, desde la plataforma que pretendía ser país hasta manejos políticos dignos de una esquina de Macondo con Wall Street; pero siempre la felicidad mayor fue la amistad al fuego de la escritura conjunta. Luis.

© Luis Pescetti

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *